Monseñor Gallardón

Desde que el 20 de noviembre de 2011 el partido que ahora desgobierna, aniquila, destroza, recorta y hunde a la mayoría (no solo de sus votantes, sino también de los que no le votaron) se vistió de absolutismo, en los distintos palacios episcopales de este país corrió el champán a borbotones hasta altas horas de la madrugada. Era domingo por la noche y, por lo tanto, el lunes había fiesta de guardar sin la obligación de ir a misa, con lo cual la tarea de los obispos, que respiraron aliviados y contentos por la victoria de las gaviotas sobre el resto de aves inmundas y groseras que pueblan la piel de toro, incluidas sus colonias, consistía en ponerse a trabajar desde ese mismo día (como vociferó el gran jefe la noche del éxito) y de inmediato al lado de los ganadores. Con Rouco, Camino, Cañizares y Reig Plá a la cabeza, vestidos de púrpura y rojo comenzaron a reunirse con la plana mayor del PP, es decir, con sus mejores fieles y devotos: Rajoy, Gallardón, Montoro, Soraya, Wert, etcétera, todos ellos próximos al Opus Dei y demás grupúsculos ramificados en el vientre de la gran madre. Desde ese momento se intercambian carteras, documentos, informes, cargos, poderes y funciones con el único propósito de subyugar a las masas, de desmantelar y borrar del mapa todos los derechos sociales –hasta los más básicos– conseguidos hasta la fecha y divinizar o cristianizar lo pagano, lo profano y lo laico. Un simple corto y cierro. Se acabó la luna de miel del pueblo llano y sencillo, de los ciudadanos de a pie que respiraban desde hace tiempo aires de libertad e independencia de su propia conciencia. Se acabó el tener un sueldo y una vivienda dignos, unas vacaciones merecidas. El populo o el people, a callar, obedecer y lamerse sus heridas, porque el orden natural hay que restablecerlo a toda costa: los ricos, más ricos; los pobres, más pobres.
Y aquí estamos presenciando, boquiabiertos e indignados, cómo de nuevo la Iglesia católica ha cogido las riendas de esta España y retomado aquel viejo axioma de la época franquista, cuando se decía que era la reserva espiritual de Occidente. No estoy diciendo ningún disparate ni lo mío es una afirmación gratuita. Los obispos españoles están detrás de estos gobernantes de forma sutil, socarrona, subrepticia y terca, imponiendo sus criterios de moral rancia, interesada, obsoleta y falsa. A algunos hechos me remito: la eliminación de la asignatura “Educación para la ciudadanía”, la presión que están ejerciendo para abolir los matrimonios gays, la amenaza de poner como escudo a Cáritas en caso de que se produzca el pago del IBI, los recortes a la ley del aborto y, encima, metiéndose en asuntos de los que no tienen ni puta idea, como el informe sobre la familia, la ideología de genero y el amor humano (me crispa la redundancia) ¡¡Santiago y cierra España!! Vuelta a la Cruzada.
La Iglesia tradicional desde siempre nos ha metido en la cabeza (por lo menos a mí) con todos los medios a su alcance que el dolor, la cruz, el sufrimiento, el padecimiento son valores inestimables, positivos, salvadores, incluso los procurados adrede (silicios y latigazos, por ejemplo). No me cabrá en la cabeza nunca ni aceptaré ni obedeceré esta filosofía de vida o esta manera de entenderla. A un feto que viene con múltiples malformaciones no se lo mata, sino que se le procura una muerte digna, porque su destino es el sufrimiento, y no es solo la criatura la que va a soportarlo, sino toda la familia solamente con ver cómo se retuerce de dolor día tras día. A cualquier persona por la que, llegado un momento de su vida, la ciencia y la medicina no pueden hacer absolutamente nada porque su enfermedad no le procura sino dolor y sufrimiento no se la mata: tiene derecho a elegir una muerte digna. A lo contrario se le llama sadismo puro y duro. Por tanto, como en todos los casos, la decisión de procurarle esa paz hay que dejarla en manos de la conciencia de su madre, no en la de un ministro o de un obispo. Ni los gobernantes ni el Vaticano son absolutamente nadie para quitarnos la libertad de decidir sobre nuestras vidas.
En fin, que la cadena de favores entre unos y otros está descaradamente a la luz del día. Mientras Gallardón se enfunda la mitra episcopal y Rouco la cartera de asuntos sociales, el silencio y las declaraciones protectoras y cínicas son muestras de sus mayores complicidades: “Los recortes económicos y sociales ordenados por el Gobierno contribuyen a mejorar la situación de las personas y las familias para poder superar la crisis”. Inaudito.
Cambiemos la historia y corrijamos al mismísimo Quijote: que la Iglesia (y el Gobierno) se topen con nosotros. Que no nos roben también la libertad. Ya está bien.
¿Y qué hacer?, me decía una amiga el otro día. Ahora se me ocurre la respuesta. Como decía Gandhi: desobedecer o hacer lo contrario de lo que nos impongan si las leyes son injustas. ¿Cómo? Este país domina la picaresca y la pillería como ningún otro en el mundo. Ellos, los de arriba, cometen delitos, defraudan, abortan, hasta anulan sus matrimonios. Son los que mejor pecan y cometen los mayores pecados (a ver quién me tose, que me sé una de cosaaaaas…). Los de abajo, también. La diferencia está en la pasta, que los primeros la tienen y los segundos no. Esa es la excepción que cualquier obispo (hasta Gallardón) firmaría.

La Virgen no apaga el fuego

Viernes 20 de julio de 2012. El día después de que millares de personas salieran a la calle para manifestar su repulsa por las malas políticas de este gobierno inhumano que estamos sufriendo. El día después de que se anunciase, por fin, el cuasi-control de los incendios que han arrasado un par de miles de hectáreas en el sur de Tenerife (más vale tarde que nunca), excepto en una zona. A la hora que escribo este texto, el fuego todavía sigue haciendo estragos y de las suyas precisamente en la zona donde, según comunica un periódico local, “un grupo de fieles, acompañados del párroco de la localidad, sacaron anoche la imagen de la patrona del municipio, la Virgen de […], a la plaza del pueblo para ‘rogarle que intercediera’ por el incendio que azota desde el pasado lunes los montes del suroeste de Tenerife”. Hasta hay un vídeo publicado en Youtube.
 
O como decía una señora a la que entrevistaban: “… aquí estoy pidiéndole al Señor que el fuego no baje al pueblo”. ¡Ay! Si no llega a ser por la gente y los medios que se emplearon para impedirlo, no quiero ni contarlo.
 
Interceder ¿ante quién? La nota de prensa no lo aclara ¿Ante Dios? ¿Ante el presidente del Gobierno de Canarias o del Cabildo? ¿Ante los alcaldes de los distintos municipios?
 
De nuevo se repite este tipo de actos pertenecientes a una larga serie de antiguas supercherías y creencias basadas en un falso concepto de la fe de las que no tiene culpa el pueblo sencillo, sino más bien quien las difunde y las alimenta, que no es otro que el excolega de turno.
 
Me quedé atónito y perplejo porque se siguen agarrando a unas prácticas medievales. Bien es cierto que los que están en el poder actualmente (políticos y obispos) se han subido a la máquina del tiempo con un objetivo claro: arrastrar a la gente al pasado. Aquí el progreso de cualquier tipo y en cualquier forma hay que empobrecerlo, y que pase hambre para que se muera.
 
Lo verdaderamente cierto y triste es que el fuego sigue vivo y no, no es la Virgen quien lo va a apagar. El clero sigue desviando y haciendo desviar la mirada hacia el cielo o hacia esculturas inertes para que resuelvan los problemas de los humanos. En el caso que nos ocupa, adonde hay que dirigir las miradas y acometer acciones efectivas y prácticas es hacia el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife. Es a los representantes de ambas instituciones a quienes hay que pedir responsabilidades para que esto no vuelva a suceder (una vez más). Por cierto, pregunto otra vez: ¿se sabe algo del pirómano-asesino de tamaña desgracia? ¿Se ha investigado algo? A la espera estamos.
 
Ahora es el momento de decirles, ya que por lo visto no se enteran, que los incendios se apagan o no adquieren grandes proporciones con unas medidas preventivas: limpiar los montes de hojarasca y pinocha en invierno, dando trabajo a la gente; aumentar el material contra incendios: hidroaviones, helicópteros y lo que haga falta. Todo esfuerzo económico es poco para salvaguardar nuestros montes, porque ni la Virgen ni Cristo ni otro santo, bajo la advocación que sea, nos van a salvar de la quema por mucho que los saquen a las plazas. Y ya puestos, los políticos podrían gastarse unas perras haciendo un gran homenaje a los bomberos y a todo el personal que se ha jugado la vida y ha luchado en todo momento para que el fuego se extinguiera completamente, que todavía se está en ello. Y si los excolegas quieren procesiones, que saquen a todos esos héroes.
 
¡Qué cansina manía de escudarse en lo falsamente religioso como forma de eludir los grandes problemas y no darles la solución apropiada!

La osadía de enseñar lo que no se sabe


OSADÍA. 
Entre las varias acepciones que tienen la RAE y otros diccionarios, me quedo con esta:
-Valentía en exceso debida a una falta de vergüenza o de respeto en la forma de obrar o de hablar. Y añado: o de escribir.
Está claro que no. ¿Puede una persona, una institución, una asociación, un gobierno, una comunidad, por muy inteligentes y cultos que sean, enseñar, por ejemplo, chino o biología molecular si nunca han estudiado esas materias? Tampoco se nos ocurriría que una persona sedentaria y obesa que no practica ningún tipo de deporte/dieta pueda ser contratada como monitor de kárate. Ni que pueda dar clases de ingeniería en un instituto o universidad una persona que no ha acabado el bachillerato ni tiene idea de matemáticas o física. Y lo mismo cuando se trata de situaciones en la vida que requieren experiencia y conocimientos si no se han sentido y vivido. No podemos enseñar lo que no sabemos. Llego más lejos: hasta lo que sabemos bien nos cuesta enseñarlo, sobre todo cuando entran en escena los sentimientos. No basta saber, no es honesto hablar y escribir porque se hayan oído campanas sin saber dónde. No hay nada tan atrevido, diría que osado, como la ignorancia. Creo que hasta aquí estamos todos de acuerdo, ¿no?
Pregunto: ¿por qué se empeñan algunos en imponer normas, orientaciones, pautas de conducta, actitudes y mecanismos que no son capaces, ni de lejos, de aplicarse a ellos mismos? Esto es algo que se observa de forma repetida en todo tipo de educadores y los que se autoproclaman maestros. Seguramente es la causa primera del fracaso. Cuántas veces se quejan los mayores del poco caso que hacen los menores (hijos, alumnos…) de sus enseñanzas, sin admitir sus propias limitaciones y carencias. Así, los alumnos incapaces de orientarse en una materia o asunto determinado estudian con un profesor que no la domina ni disfruta.
El caso que me ocupa y preocupa es la desfachatez (no es un insulto, puesto que la RAE la define como una actitud atrevida e irrespetuosa) de la que ha hecho gala recientemente la Conferencia Episcopal Española al publicar un documento titulado “La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar”.
Ya puestos podían haber adjuntado un vídeo para que los que ya estamos metidos en el meollo hace años aprendiéramos más del asunto (incluso siendo reincidentes en un par de ocasiones), aunque, humildemente, no creo que ni una cosa ni la otra me aporten más de lo que ya he vivido y sentido.
Así que de la misma manera que han tenido la osadía de publicar dicho informe, con la misma me atrevo a plantearles a día de hoy (porque habrá más próximamente) algunas cosillas, a salto de mata, porque me surgen muchas dudas. Juro que no llegaré a las casi 23.000 palabras de las que se compone el documento en cuestión.
Antes de nada: ¿amor humano? ¿No es una redundancia, lo mismo que decir persona humana? Que se sepa, el amor o es humano o no es amor, a no ser que me hablen sus eminencias del amor divino, que pongo en duda lo hayan experimentado. Por tanto, es natural que no me hablen de él. Así y todo, ellos o ellas (digo eminencias) han tenido la osadía de escribir que “… el origen del amor no se encuentra en el hombre mismo, sino en el misterio de Dios”. Ya estamos otra vez con la palabra misterio, que, según la RAE, es un “hecho que no tiene una explicación racional conocida”… También podrían recurrir a las palabras fe o dogma, o sea, a decir al sí porque sí y al no porque no. Dicho de otra forma: pensamiento único e indisoluble, o lo que es lo mismo, estrechez de mente.
Si esto es así, cuando yo me enamoré de una mujer por primera vez, siendo cura-miembro de la Iglesia católica, apostólica y romana, pregunto: ¿era humano el amor que sentía por ella y viceversa? Si me dicen que sí, entonces es que provenía del misterio de Dios, con lo cual Él me daba su bendición, aunque ustedes me decían que era un traidor. Si me dicen que no, y yo la quería muchísimo y ella a mí, ¿qué clase de amor era el nuestro? ¡¡Qué lío que tengo en la cabeza ahora, después de tantos años!!
Ya no les doy más lata de momento y paso a plantearles mis dudas ante esto otro que dicen: “El amor conyugal es un amor comprometido, que crea plena comunión de vida entre un hombre y una mujer; es fiel y exclusivo, fecundo y para siempre”.
¿Se han casado ustedes alguna vez?; ¿cómo saben que esto es así? Si son solteros para toda la eternidad por la ley del celibato, y el matrimonio –según esta definición– es tan sublime, joder (y perdón), ¿por qué no se cargan de una vez la puñetera ley? ¿Me van a decir que por su soltería están más comprometidos con Dios? Que no me lo creo, aparte de que lo he visto. Resumiendo: para ustedes, que se casen otros. Qué fácil es nadar y guardar la ropa. Y es que no es lo mismo predicar que dar trigo.
Para terminar, otra preguntita, aunque me salga por la tangente: tengo noticias de que antes de sacar a la luz este documento episcopal tuvieron no sé cuántas asambleas plenarias. ¿Había alguna mujer presente en la Conferencia Episcopal trabajando en el contenido del informe y no como secretaria o sirviéndoles el café, tal y como entienden ustedes es lo que tienen que hacer las féminas?
Porque, claro, hablar de seres humanos como ellas (las mujeres), que son protagonistas principales pero no se comen una rosca, hasta injusto y deshonesto me parece, ¿no creen? Ya me dicen algo. Mientras, seguiré planteándoles mis dudas, que para eso les paga el Estado.

Carta abierta a los obispos españoles

¡¡ HABÉIS PERDIDO EL RUMBO ¡¡¡
En vísperas de la publicación de mi libro y en otro momento osado de mi vida, este cura que no estaba muerto, sino más bien de parranda, se atreve desde este trocito de tierra volcánica y en mitad del Atlántico a escribiros porque se siente obligado en conciencia y como un excreyente en Jesús de Nazaret. Esta es una carta más de entre tantas, y mejor escritas, que os habrán llegado pidiéndoos cordura, sentido común y reflexión, o mejor, dimisión y retirada.
Como creo en Él, y como tengo su gracia para toda la eternidad a través del orden sacerdotal, según la teología, a pesar de que vuestro poder humano (que no divino) me excomulgue de la Iglesia, no me quitaréis JAMÁS la fe en Él y el amor que le tengo a través de mis hermanos sean creyentes o no.
¿Estáis nerviosos? ¿Os preocupa que millares de personas con fe discrepemos y seamos disidentes de vuestra tan cacareada y trasnochada doctrina católica? ¿Os cabrea que millares de personas ateas, agnósticas y de otras religiones se escandalicen por vuestra conducta que nada tiene que ver con el Evangelio? ¿Os sentís perseguidos, de verdad? No me creo nada. Lo que os preocupa en realidad es vuestro prestigio, vuestro poder y vuestros privilegios. Lo que os preocupa es que la gente, incluso aquellos que son católicos practicantes, no os haga caso. Creo que por ahí van los tiros. Por eso, sois tan -y perdónenme vuestras excelencias- cansinos.
Conocer vuestra institución desde que apenas tenía cinco años y estar dentro de ella 16 es tiempo más que suficiente para observar y analizar (que no juzgar) vuestros movimientos, actitudes y objetivos.
Después de que me liberé de la atadura celibataria, llevo callando muchos años, escandalizado por vuestras “marchas atrás”. Cada día, cada mes, cada año habláis y habláis por los codos insistentemente de la Iglesia, del papa, de la moral y la doctrina católicas, del Derecho Canónico, del Magisterio, de la Tradición.
Se os llena la boca cuando empleáis las palabras de Jesús: “…ni las puertas del infierno prevalecerán contra ella.”, cuando realmente la Iglesia sigue viva y esperanzada a través de tantas y tantas personas que llevan como modo de vida, su mensaje y que están dándolo todo por los demás; personas a las que vosotros, por cierto, ninguneáis
Últimamente, y cada día más, os noto violentos: atacáis sin pudor en homilías, utilizando medios de comunicación públicos, a la gente sencilla, al pueblo, que está soportando estoicamente la corrupción de los poderosos a los que, por cierto, no les decís ni mu. No tenéis la valentía de denunciarlos públicamente. Os pregunto: ¿a estos no les toca la malicia del pecado, como dice alguien de entre vosotros?
Os tocan el tema de finanzas en cuanto a pagar el IBI, y nada menos que vuestro jefe, sin ponerse rojo ni cortarse un pelo, declara que para pagarlo, si eso ocurriera, tendrán que recurrir a Cáritas.
Eso sí, mandáis a los infiernos a gente que, según vosotros, está enferma, juzgándola por su inclinación sexual y criticáis hasta a la juventud que hace “botellón”.
Se os ha olvidado hablar del mensaje de aquel hombre sencillo que, para millones de personas, es el más grande de la historia.
Se os ha olvidado hablar y predicar las bienaventuranzas y las parábolas de Jesús.
Se os ha olvidado que hubo un Concilio llamado Vaticano II, en el que la Iglesia, a través de Juan XXIII (¿os acordáis de él?), dijo: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior».
Se os ha olvidado, o mejor, no habéis aprendido a ser mensajeros de la paz, de la buena nueva que es el reino de Dios.
Sí, estoy convencido de que las palabras de Jesús chirrían en vuestros oídos. Cuando os habla de pobreza, de compartir, de amor por los demás, sea quien sea, de que Dios es de todos, no le hacéis caso, miráis para otro lado. Os hacéis los locos.
Por eso cuando hermanos en la fe proclaman su mensaje liberador hablando y escribiendo, enseguida vais a por ellos: condenarlos, callarlos, prohibirlos, apartarlos. Y todo porque os están metiendo el dedo en el ojo. Y eso molesta.  La lista sería más larga que un día sin pan.
Cada vez más, habéis perdido el rumbo definitivamente y, ¡que casualidad¡, se nota más en medio de una crisis financiera. Mosqueante, ¿verdad? Como esto vaya a peor, y si no os marcháis,  me juego la cabeza a que la Inquisición retomará sus actividades. Sabéis muy bien que el miedo está a vuestro favor. Y debido a la crisis, organizáis visitas papales para recaudar fondos, macro-encuentros familiares de vuestro modelo único e indisoluble en plazas públicas. Estáis desquiciados porque vuestra fuerza no es el Evangelio sino vuestra Doctrina.
Nos decís que tenemos que llevar con resignación la crisis, que confiemos en Dios. Claro, así cualquiera. Con vuestros estómagos llenos y asegurados todos los meses, solteros sin familias que mantener y paseando en coches blindados, el resto de los humanos confiaría también en Dios. Es de sentido común.
Haced un favor a miles y miles de creyentes: marchaos. No queremos pastores como vosotros porque no lo sois. Si tenéis un mínimo de responsabilidad y honestidad, retiraos a hacer oración, no sigáis escandalizando y no utilicéis las palabras de Jesús en vuestra defensa, diciendo que os persiguen en su nombre y por su causa, porque la vuestra y la de Él van en sentidos contrapuestos. Los creyentes estamos hartos de tanta opulencia, soberbia y prepotencia. Y sobre todo, hartos de que ignoréis el mensaje de Jesús, manipulándolo a vuestro antojo.
José Miguel Izquierdo Jorge
23/05/2012
P.D. He utilizado el pronombre personal “vosotros”, por si acaso no entendierais el canario.

Felicidades, madre

Hace unos años, escribí lo que sigue en el Día de la Madre. Lo he vuelto a releer y no ha perdido actualidad. Por eso, una vez más , lo publico:
       ¡¡ Felicidades a todas las madres y a todas las personas que hacen de ellas, llegado el caso. ¡¡
                                                                                                         MADRE
Es la palabra más universal, la más tierna, la más poderosa, la más sublime. La segunda palabra que, generalmente, pronunciamos cuando empezamos a hablar porque la primera, en un gran porcentaje, es, paradójicamente,… papá, por lo menos así ocurrió en mi caso.
  ¡¡¡ Ay, las madres…¡¡¡ De todo tipo, de todas clases, de todos los colores, de todos los tamaños. Por ellas, venimos a este planeta. Por ellas, aterrizamos en el escenario de este gran teatro del mundo, eso sí, unidas con ellas a través del cordón umbilical y que a muchísimas, muy a su pesar, les duele el corte. Sin embargo, estas muchísimas se las ingenian con la fuerza y coraje que las caracteriza, en el mismo paritorio para, desde el mismo momento que se produce la separación física, elaborar, con los mismos “ingredientes” y tomando como materia prima el mismo cordón, uno igual pero con la particularidad añadida, podríamos llamarla, umbílico-mental, con el que ya y para siempre, estarán unidos madre e hijo hasta la muerte.
   A esas madres que, en nombre del cariño y del amor más grande y duradero, llevan a sus hijos e hijas como canguros en sus bolsas marsupiales emulando a una guardería ambulante, va dirigida este escrito. A las madres normales, a las que de verdad piensan y aman, de otra manera, claro, en y a sus hijos, a las que quieren lo mejor para ellos y ellas, a las que inculcan, desde que sus vástagos son pequeños el sentido de la libertad y de la individualidad, de lo que significa compartir con los demás, a las que enseñan de verdad a sus hijos el verdadero sentido de la vida, a esas madres normales, digo, les escribiré otro día, un día cualquiera y no precisamente en el día comercial de la madre a la que se apuntan (y demandan un lugar y momento preferencial) todas. Posiblemente estas letras levanten algún que otro sentimiento de aversión.
De hecho ya lo he vivido en carne propia y siempre porque no me duelen prendas cuando veo a algunos amigos y amigas, sufriendo calladamente un auténtico calvario, como se suele decir. Desde que cumplimos el primer día de vida, muchas progenitoras ponen en marcha el plan que llamaríamos de la superprotección. El niño no se puede manchar y no se puede caer, cosa inevitable, por cierto, porque existe una ley llamada de la gravedad ante la que, por excesos desmedidos, se lucha con afán para incumplirla, cosa evidentemente no realizable. Esta etapa superprotectora va disminuyendo a medida que se crece pero ya las bases están sentadas para tener delante de nosotros, criaturas débiles de carácter, inseguros de sí mismos, dependientes y cómodos, hasta el punto que darle a un interruptor de la luz para apagarla, poco menos hay que dar un cursito de unos diez minutos. He observado cómo los niños-machos-varones se convierten en auténticos tiranitos por, precisamente, la influencia protectora maternal. Y qué curioso, a las niñas-hembras-mujeres, en porcentajes altísimos, se les educa y se les influye para que sean fuertes, seguras de sí mismas, independientes y trabajadoras. Pero demos un paso en el tiempo y observemos cómo los niños y las niñas llegan a una edad supuestamente adulta. Personas con capacidad para pensar y tomar decisiones por sí mismas. En ese instante se activa el cordón umbílico mental de algunas-muchas progenitoras y comienza una labor (siempre en nombre del amor desmedido) de desgaste, sometimiento y absorción sobre los hijos. Quieren, a toda costa, imponer su criterio hasta el punto que hay que hacer lo que ellas dicen. A su sombra, la figura paterna entra en escena y se suceden varias situaciones: unos se alían con su pareja haciendo frente común; otros se enfrentan dialécticamente, defendiendo la libertad de la que, por derecho y por simple ley natural, son merecedores; otros actúan como mediadores y pacificadores, o sea, como un árbitro sin voz ni voto, o lo que es lo mismo sin poder de opinión; otros imponen su ley por la fuerza, sin mediar diálogo alguno y otros pasan olímpicamente utilizando el método del silbo como si con ellos no fuera la cosa. A todas estas, el “descendiente” mira a un lado, mira hacia el otro. Se siente totalmente aturdido por la lluvia de opiniones, por lo que debería o no debería hacer. Se siente juzgado y sentenciado. Maniatado y en un mar de dudas. De todo, menos ayudado, apoyado y comprendido. Se meten en sus vidas, leen sus correos, espían sus movimientos, están al acecho de sus llamadas telefónicas, atentan contra su intimidad. Y todo en nombre del “amor desmedido”. En algunos casos que ya muchos conocemos, bajan los brazos y firman, a costa de su libertad, una rendición sin límites, que les conduce a una auténtica represión, a un auténtico acoso y derribo continuo. A una pérdida de su propia identidad porque todo se hace, se piensa, se sueña bajo el yugo “amoroso” de unos padres egoístas. Estos no conciben que sus propios hijos sean dueños de sus vidas, de regir su propio destino, de tomar decisiones por sí mismos. Y cuando esto sucede, que los hijos dan “un puñetazo encima de la mesa”, en vez de encontrarse arropados por quienes se supone que tendrían que ser sus mejores aliados, ocurre todo lo contrario. Las frases que se suelen decir: “¿Qué te has propuesto, matarnos en vida?; ¿No te das cuenta de lo que la gente nos va a criticar?; “Nos has decepcionado”; “Hijo(a) mal agradecido, con todo lo que te hemos dado y tu nos pagas con esto”. Y así una letanía de “ánimos”. En muchos casos, claudican ante tantas amenazas. Otros siguen adelante, a pesar de ellas para conseguir sus objetivos.
Termino con un precioso escrito de Gibrán Jalil Gibrán cuando le dijeron que les hablara sobre los hijos y que viene a decir, en resumen, que los hijos, no son de nuestra propiedad sino de la vida. Creo que esto podría ser una gran lección en un curso para madres y padres, que, por cierto, son escasos. Esta es una de las paradojas más grandes de la sociedad: para educar a los hijos no se aprende nada ni de nadie, todo se hace a golpe de instinto, de costumbre, de tradiciones.
Sus hijos no son suyos. Son los hijos del anhelo de la Vida de sí misma. Vienen por ustedes pero no de ustedes. Y aunque están con ustedes, ustedes no los poseen a ellos. Pueden darles su amor pero no sus pensamientos. Porque ellos tienen sus propios pensamientos. Ustedes pueden alojar sus cuerpos pero no sus almas. Porque sus almas viven en la casa del día que viene, la cual ustedes no pueden visitar, ni siquiera en los sueños. Ustedes pueden esforzarse por ser como ellos, pero no se esfuercen para que ellos sean como ustedes. Porque la vida no va atrás ni se demora con el ayer. Ustedes son los arcos de los cuales sus hijos como flechas vivas son enviados. El arquero ve el blanco en el paso del infinito, y Él los dobla a ustedes con Su fuerza para que Sus flechas vayan rápidamente y lejos. Que su torción en la mano del arquero sea por alegría. Porque mientras Él ama a la flecha que vuela, también ama el arco que es estable

23 de Abril. Recordando a mi padre


Parece un día normal. Un lunes cualquiera, sin embargo el pasado 23 de abril de 2.012 es especial para mucha gente por lo que se celebra.
Particularmente, me vienen a la memoria las palabras sabias de mi padre y su ejemplo vivo cuando me inculcaba, sin imposiciones, una de sus pasiones: leer.
A partir de los siete años, su cantinela diaria era una especie de alarma: ¿Has leído algo hoy? Si le respondía con una negativa, a continuación me lanzaba una sentencia a modo de recordatorio: Diez minutos, Jose, diez minutos al día. No te pido más. Sabía que si llevaba a rajatabla la sugerencia, y con el tiempo, aquel intervalo insignificante podría ocuparme gran parte del día o de la noche.
Siendo ya mayor, cierto día cayó en mis manos un auténtico bodrio de lectura: pesada, densa y aburrida. Le comenté que lo iba a tirar a la basura y sin pensárselo, me arrebató el libro y me dijo muy serio: un libro, cualquier libro, ni se tira a la basura, ni se rompe ni se quema. Un libro, cualquier libro, se guarda en una estantería o en una caja, se regala o, llegado el caso, se vende a alguna persona, organismo o institución que lo pueda apreciar. Un libro es como un amigo, que te enseña y te reprende. Te hace ser mejor persona. Un libro es un arma pacífica que, si lo sabes utilizar, puede cambiar el mundo. Y me soltaba frases y más frases sobre la importancia que tenía la lectura. Solo le desobedecí una vez, cuando cumplí los 23 años: destrocé en mil pedazos y estampé contra la pared, el Código de Derecho Canónico. Aquello fue fruto de mi ardor juvenil y lo consideré una excepción. Así y todo me quedé más a gusto que un pato en un estanque.
Una de las frases que me repetía y que me llamó poderosamente la atención, fue: aquel que lee, tiene derecho a la palabra (se entiende que oral o escrita). Hasta aquí los recuerdos. 
El hoy fue excepcional. Sin acordarnos del día en cuestión, Ramón Alemán, un profesional y amigo, dedicado a la corrección de textos, Juan Manuel Santos, diseñador gráfico y el que suscribe estuvimos desde las nueve y media de la mañana hasta las dos y media de la tarde, corrigiendo y dando los penúltimos retoques a la criatura literaria que dentro de muy poco (a principios de junio) publicaré. Una criatura que, como todo hijo, deseo tenerla en mis manos y por extensión compartirla y enseñarla.
Al terminar, Ramón me pidió que lo acompañara a la calle porque quería, en un gesto de generosidad, regalar el suyo a unas cuantas personas que nos encontrásemos, titulado Lavadora de Texto, que así se llama su libro, se publicó en diciembre del año pasado.  
Solo quiero destacar el detalle que hace honor a unas palabras de un maestro, Rafael Fernando Navarro cuando una vez me dijo:
«Escribo porque es una forma de entregarse a los demás, es una donación de uno mismo. Si alguien se adueña de esa donación colma mi alegría.
Y otra razón es despertar conciencias. Hay que sacudirlas para que se vean implicadas en el compromiso constructor de un mundo mejor»
Muchas felicidades a todas las personas que encuentran en la lectura y en la escritura, un placer.
Sobre todo a aquellas que después de hacerlo son capaces de hacer de este mundo un poquito mejor.

Reflexiones post huelga

La huelga y las manifestaciones de ayer en todo el país fueron un hecho incontestable e innegable, aunque muchos sigan empecinados en ser ciegos que no quieren ver (la peor de las cegueras). Millares de personas se echaron a la calle en señal de protesta por esta reforma laboral que daña en su más pura esencia a los trabajadores. Es público y notorio que aquella es consecuencia de los dictados marcados por los que manejan los hilos de Europa que sigue creyendo que con una pandereta y un mendrugo de pan nos tienen contentos.
Ayer hubo de todo. Empresarios que desde por la mañana muy temprano proclamaban, en plan demagógico y a los cuatro vientos que iban a trabajar, amenazando de manera sutil o abiertamente a sus empleados lo que les podría suceder si acudían a ejercer uno de sus derechos: represalias futuras y, lo que más duele, rascadera en los bolsillos. Empresarios que otro día cualquiera del año (soy testigo) los encuentra uno jugando, por ejemplo, al póker a las 4 de la tarde o dando tumbos cual zombis a las 11 de la mañana de un jueves cualquiera porque la noche anterior se fueron de juerga hasta altas horas de la madrugada. Pero eso no importa, para eso tienen todo el derecho del mundo. Faltaría más. Como también tienen derecho a decir que ayer la “afluencia a los puestos de trabajo fue masiva”. No tengo datos en la mano para confirmar lo que dicen, pero lo que sí sé que tienen, como dije días atrás, es sartén por el mango, aceite y mechero.
Hubo piquetes. También. Son los otros “empresarios” del desorden que, con su actuación, cometen el mismo error que los otros. Amenazando e infundiendo miedo. Y hasta se ponen violentos. Chungo.
Y en medio de las dos partes, la ciudadanía, trabajadora o no, según en qué lista esté. Una buena parte con ganas de manifestarse y de ejercer su derecho a huelga pero que medio acojonada por la patronal no lo hace y acude a su puesto de trabajo. Otra buena parte que acude por convicción se siente amenazada y la otra que, también por fundados motivos y que no tiene miedo, se une a la huelga. La manifestación contra la reforma laboral ayer en toda Canarias y en toda España, fue espectacular. La afluencia fue (y nadie puede decir lo contrario pues se puede demostrar) masiva.
Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Seguirá este gobierno erre que erre con su “reforma”? Ya se ha manifestado claramente y ha dicho que sí. Pero ¡¡cuidado¡¡. Esta reforma le puede estallar en las manos como una bomba de relojería. Los que salimos ayer a la calle no fuimos cuatro locos y locas irreflexivas con ganas de follón, de protestar y gritar porque sí, sin más y porque somos anti-PP. No. Ayer se salió a la calle porque esta reforma conculca elementos fundamentales de la persona y está hecha para acallar, sobre todo, voces de fuera de este país. Y la historia ha demostrado cómo todo un pueblo puede ser convertido por otro, en marioneta.
Por delante está el 1 de mayo, poniendo una fecha significativa. Me limito a lanzar el guante.
Básicamente digo que el gobierno no subestime a la gente y que reflexione. Se está a tiempo. Los que peinamos canas y tenemos cierta edad hemos vivido no sólo en carne propia sino ajena, situaciones desagradables, muy tristes, que no queremos ni deseamos que se vuelvan a repetir y que no han experimentado, ni de lejos, muchísimos jóvenes que han vivido, hasta hoy, en una balsa de aceite.

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La reforma

La R.A.E. tiene cuatro definiciones para esta palabra que está en boca de todos, últimamente. Escojo la segunda que dice: Aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”.  Se entiende que: PARA TODOS.
Inmediatamente, me pregunto: ¿Innovación y mejora en algo? Sí, pero para algunos. Solo algunas cuestiones porque esta supuesta reforma  tiene mucha tela que cortar.
¿Es una innovación o mejora en algo una reducción en el despido improcedente de 45 a 33 días? Sí. Es una mejora para el empresario.
¿Es una innovación o mejora en algo el despido por causas económicas sin necesidad de pérdidas ya que solo es suficiente una disminución persistente en ingresos durante tres trimestres consecutivos? Síi. Es una mejora para el empresario puesto que puede tranquilamente ocultar ingresos dando paso a más economía sumergida teniendo el camino allanado para despedir.
¿Es una innovación o mejora en algo modificar el salario y por extensión las condiciones de trabajo bajo un criterio unilateral? Sí. Es una mejora porque ese criterio es el del empresario.
¿Es una innovación o mejora en algo despedir al trabajador por estar nueve días de baja, incluso justificadas? Sí, claro porque eso de ponerse enfermo es una tontería. Total.
No voy a seguir preguntando pues con las muestras me basta y sobra. En mi opinión, si ya el empresario tenía la sartén por el mango como por ejemplo, dejar de pagar dos meses consecutivos al que le está sacando las castañas del fuego (trabajador), ahora, con esta normativa, va a tener el aceite y el mechero para dejar bien fritos a sus esclavos. Me ahorro ya de entrada el término trabajador porque hasta eso, se ha perdido.
Y como esto no es ni innovación ni mejora (digo yo) para el más débil, ni para el que más curra (el que tiene que llegar puntual, el que tiene que implicarse con el proyecto empresarial como si fuera propio, el que tiene que trabajar más horas, sea sábado, domingo, días de fiesta, etc) ¿a qué se puede recurrir para como mínimo, opinar?
Pues, a otro derecho que también, y por lo oído, lo quieren eliminar: una huelga. Oiga pues sí. ¿Tampoco se puede parar un día, como un viernes santo cualquiera, para simplemente decirle al gobierno que no estoy de acuerdo? ¿No puedo? Entonces ¿cuándo voy a poder expresarme? Ahhhh…que tampoco puedo. O sea, que me está diciendo que calladito estoy mejor. Claro, es que ya voy entendiendo el término de innovar y mejorar algo.
Pues mira por donde, yo sí que voy a parar tan sólo por solidaridad, sobre todo, con quienes están trabajando por cuenta ajena. Y porque antes de ser mi propio jefe, fui empleado durante treinta años. Y voy a parar porque estas medidas me parecen totalmente injustas, porque son inhumanas y pertenecientes a épocas supuestamente superadas, beneficiando únicamente al que, de acuerdo, pone el capital pero no es el que produce, no es el que saca el trabajo diario, no es el que suda, no es el que genera beneficio, no es el que se sacrifica el fin de semana, ni el que se lleva trabajo a casa y, por supuesto, ni el que más cobra. Y ahora menos. Todo eso, salvando honrosas excepciones.
En cuanto a los que imponen por decreto ley y por mayoría absoluta estas medidas, pues era de esperar. Dicen que en ese lado está la “pasta”. A los de este otro, nos toca decir la famosa frase: A llorar al valle y a esperar que caigan las migajas. Lo malo es que, como siempre, pagan justos por pecadores.

Apostasía y libertad

Traigo a colación este asunto por una noticia que acabo de leer en la que se da a conocer que unas decenas de personas, entre las que se encuentra un amigo, exigen de la conferencia episcopal española que se les borre del registro de bautizos. Tiene la Real Academia de la Lengua Española, cuatro términos para definir la palabra apostasía.
1) Negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo.
2) Dicho de un religioso: Abandonar irregularmente la orden o instituto a que pertenece.
3) Dicho de un clérigo: Prescindir habitualmente de su condición de tal, por incumplimiento de las obligaciones propias de su estado.
4) Abandonar un partido para entrar en otro, o cambiar de opinión o doctrina.

A mí sinceramente me parecen cortas las definiciones, pero no voy a ser el enterado de turno que corrija a los “reales académicos”.
En cualquier caso, añadiría: Dicho de una persona normal y corriente: Renunciar a la pertenencia de una iglesia con todas las consecuencias por voluntad expresa.
Lo exigen no por capricho sino porque consideran que tienen derecho a renegar de una fe impuesta por costumbre o por creencias familiares.
Tienen derecho a pedirla y solicitarla porque simplemente se sienten incómodos en una situación que ellos no han elegido libremente y por tanto, lejos de una convicción personal.
Pero hétenos aquí con que se tienen que enfrentar con la que se cree propietaria de sus datos y de sus conciencias, la iglesia católica, que se niega rotundamente a concederles ese derecho arguyendo razones que se planteaban en la edad del paleolítico.
La experiencia personal que tengo es que van a tener que luchar por ese derecho la tira de años, excepto que en algún momento de la historia, entre un rayo de luz por entre las oscuras y anquilosadas grietas de dicha institución. Aunque mi caso es otro, ya que sigo siendo creyente no en un proyecto eclesiástico-administrativo sino en otro que apuesta por la cercanía de un Dios, amante del ser humano, tal y como lo plantea Jesús de Nazaret, me siento solidario con unas personas (me da igual que sean diez como mil) a las que les asiste el derecho más íntimo que es el respeto a su propia conciencia.
En el año 1.981, solicité al Vaticano dispensa de celibato porque, después de tres años de experiencia como sacerdote católico, no quería seguir como tal en una institución lejana a la realidad de la gente y a un mensaje evangélico totalmente revolucionario. Dicho permiso me llegó en el año 1.991. ¡¡Diez años!!. Ahí es nada. Actualmente creo que la solicitud tarda entre dos a tres años. Y eso por no querer seguir perteneciendo a una casta sacerdotal, cuánto más cuando se trata de renunciar a un bautizo por razones personales y que, repito, pertenecen a su propia conciencia ya que en un momento determinado de sus vidas, han tomado la decisión de no querer saber nada de religiones, ni de iglesias, por múltiples razones, como no creyentes o ateos.
¿Cuáles son las verdaderas razones de la iglesia para negar esta solicitud? Al grano, sin rodeos. Con la prepotencia que le caracteriza sigue creyendo y predicando que está en la posesión de la verdad absoluta y de hacer creer que si no se está bajo su tutela el infierno nos espera. Es increíble cómo puede seguir convencida de que la salvación de la gente depende de ella. Qué maniática obsesión. Al no avanzar y, como consecuencia, no cambiar sus conceptos, siguen anclados en, como decía un obispo recientemente, la “preciosa edad media” y por tanto, sometidos a su poder inexorable. Pero, por encima de todo, y por mucho poder que creen poseer, tienen una preocupación terrible por perder adeptos o fieles, lo que le supondría, entre otras cosas, una falta de ingresos dinerarios y en especie de todo tipo. El quid de la cuestión. ¿No sería de sentido común o de lógica, digo yo, aceptar la libertad de las personas? La gente que es de mi edad, recordará con qué insistencia obligaban al personal a ir a misa todos los domingos bajo amenaza de pecado mortal con sus consecuencias. ¿Y ahora qué? Esa consigna cansina acabó por silenciarse, como tantas otras. A esa misma mentalidad, siguen aferrados.
Así que, amigas y amigos apóstatas, paciencia. Lamentablemente no queda otra.
Soy de la idea de que somos hormigas contra un gran elefante.
Luchar por unas ideas y transmitírselas a nuestros hijos, sin faltar el respeto a nadie, es suficiente razón para seguir sembrando semillas de libertad.
José Miguel Izquierdo
07/01/2012

Perder el norte

El origen de esta frase proviene de la forma original que se tenía antiguamente para orientarse, es decir, gracias a la Estrella del Norte o Estrella Polar, principal medio de orientación para los navegantes cuando el Sol se escondía tras el horizonte y no podían ver el camino de ninguna forma. Si ellos perdían el Norte, estaban perdidos, a la deriva, sin saber a dónde iban. Y desde entonces hasta ahora se ha mantenido esa gran expresión que es “Perder el Norte”.
Cuando alguien pierde el norte significa que pierde la razón, que se comporta de forma desordenada y errática, pierde la vergüenza, un mínimo de ética y hasta la dignidad. Anda como si estuviese desorientado, como si no supiera dónde está, quién es, ni cómo debe comportarse.
Hay gente que lo pierde por causas ajenas a su voluntad, como por ejemplo, alguien que padece alguna enfermedad. Otra, lo ha perdido pero siguen emperrados en mantenerse en ese punto cardinal cuando, objetivamente y a la vista de todo el mundo, está en el oeste. Y existe otro grupo, el más peligroso: el que tiene mucho poder y, en su desvarío y locura, arrastra y confunde a todo el que coja por delante. Hay otra gente que, aparentemente, parece que ha perdido el rumbo de su vida, sin embargo, tiene la cabeza bien amueblada y no ha perdido de vista una luz, aunque lejana, como si fuera un faro.
En estos tiempos difíciles e inciertos, van saliendo, como cucarachas, varios casos-personas prácticos para alumbrar esta teoría y el problema es que van a seguir proliferando con lo que el “nudo gordiano” se va a hacer más complicado desatarlo. A la ciudadanía se la está violentando, acogotando, presionando, estafando y desilusionando y la solución mucho me temo que sea, como la decisión que tomó Alejandro Magno, cortándolo con su espada y por lo sano.
Últimamente hay varios ejemplares que con sus manifestaciones y acciones no hacen sino confirmar su “desbrujulamiento”. Ratzíngeres (papas); Demetrios (obispos); Urdangarínes (yernos reales); Schettinos (capitanes de barco) y así hasta contar “cienes” y “cienes”. Algunos han perdido el norte porque se han quedado rezagados en el tiempo, fuera del entorno actual y normal de la gente, añorando tiempos o épocas pasadas, y de tanto mirar atrás se han convertido en estatuas de sal. Así, es lógico que se despierten por la mañana sin ser conscientes de dónde están y de lo que dicen causando, como consecuencia, estupor, pena, risa o rechazo, incluso por parte de aquellos y aquellas que se consideran seguidores ya que una cosa es lo que muestran de cara a la galería y otra es la que viven en su casita.
Otros, amparados en su “status” social, consiguen pingües beneficios barriendo para casa todo lo que pillen a mano. Y eso que empezaron con un balón.
Y otros, pierden tanto, tanto el norte, que por ello, se arriesgan a perder la libertad. A lo mejor en la cárcel, lo recuperan.
Asistimos a diario a este espectáculo bochornoso de tantos personajillos hablando y actuando de una forma ridiculesca e impune que están contagiando a la gente normalita, como la chica que se encontró con mi hija en la calle el otro día porfiándole que tenía un hijo. Mi hija, que no, le decía, que te has confundido de persona. Y la chica que sí. Así hasta un cuarto de hora, casi. Cuando se despidió ni siquiera un “disculpa”, quedándose convencida (pobrecita) de que un niño estaba en este mundo con un abuelo ignorante de su existencia.
P.D.
Dejo de propina un post reciente de un amigo bloguero: Rafael Fernando Navarro  con el que es casi imposible perder el norte.
22/01/2012

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EPC: Entre todos la mataron… y ella sola se murió

La polémica estuvo servida por la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Inició su andadura en el curso 2007-2008. Hace cinco años dije en unos de mis escritos,  que ya era hora que en este país, se empezarán a poner las bases para educar a nuestros hijos no basados en una concreta religión o moral trasnochadas sino en unas normas basadas en lo fundamental como personas.
Me hizo muchísima gracia en aquel momento que a esta ley le pusieran la etiqueta de la ideología de un gobierno y que dijeran que esta asignatura era perversa y que incitaba al “mal” porque tendía (y tiende, se ve) a “adoctrinar” a los alumnos. Y en estos días se la cargan en base a la misma argumentación. Adoctrinamiento, dicen. Manda huevos, no… cojones que me suena mejor. ¿Y cómo se le llama a la educación que recibimos millones de españoles entre los años 1958 y 1978? Porque si no recuerdo mal nos educaron bajo las consignas de un régimen militar unido en matrimonio (aunque me atrevería a decir que era un concubinato) eclesiástico con la iglesia católica. Represión, silencio, obediencia, amenazas, castigos injustificados, maltrato de todo tipo si no se acataba aquel infame sistema educativo. Por obligación, sin más.
Eso sí que era adoctrinar, señor Wert. Pero los detractores de esta ley, concretamente, no es un gobierno totalitario de derechas como es el que actualmente gobierna este país. Quien está detrás para derogarla desde que nació es la iglesia católica (Rouco and company) y las asociaciones-sectores conservadores que besan sus anillos de forma hipócrita y que luego hacen lo que les sale del “nápiro” (locución coloquial en algunos ámbitos canarios referidos al aparato genital) y que está radiante de salud y de optimismo no sólo por la continuidad en su financiación económica a costa de todos los españoles sino en algo que le ha preocupado sobremanera a lo largo de la historia: que la gente, el pueblo llano y sencillo, la ciudadanía, en general, sea capaz de pensar, razonar, analizar, discutir, debatir, leer, criticar, denunciar, en definitiva ser cultos. Lo que hay que imponer es su creencia y sus criterios morales que, de paso, según dicen, son los únicos y verdaderos.
El gobierno, pues, se ha limitado a ejecutarla. No me duelen prendas al expresarme de esta manera sobre todo porque lo hago con conocimiento de causa y en profundidad por sus teje-manejes. Conozco a muchos de sus miembros y lo que les mueve. Los quince años de mi vida en los que estuve dentro de tan “sagrada” institución no hay quien me los quite ni quien me los discuta, más que nada porque lo sufrí en carne propia. Fue doloroso y humillante, esconder libros, contrarios a su ideología, debajo de un colchón porque amenazaban e infundían miedo a la temprana edad de 18 años. Con el tiempo, y después de pasarlas canutas y con las circunstancias cambiadas, he tenido claro cuál era y es la educación que debo darle a mis tres hijos: que sean personas tolerantes, abiertas al diálogo y a cualquier ideología e inclinación, trabajadores, respetuosos y educados con todo el mundo y sobre todo que aprendan a querer a los demás. Ya no me volverán a pillar. Ya no les tengo miedo. Ahí están tres almas más, para gritar, para denunciar, para protestar y para desobedecer por lo injusto de una ley (Gandhi). Para más información léase artículo de Wikipedia
Por mucho que se emperren y obsesionen en cambiar la asignatura, llámese Pepé, Popó o Pupú en mi casa mando yo, y educo a mis hijos cómo, cuando y donde crea conveniente. Como yo, la tira. Llamarla de otra forma, cambiar los contenidos y volver a tiempos pasados, la evolución en todos los ámbitos de la vida, sigue su ritmo de forma imparable. Conseguirán un retraso sí, pero nada más (joder, y nada menos).
José Miguel Izquierdo
05/02/2012